El buen puerto
En los mares convulsos de la mente,
el silencio es nuestra ancla
silencio para escuchar la voz interior
brújula sagrada
que señala el rumbo certero.
Allí, nuestro barco,
impulsado por vientos benignos,
surca aguas templadas
y borda en su estela
la claridad de un amanecer perpetuo.
Mas los hombres,
náufragos del espíritu,
se pierden en océanos ignotos:
presos de corrientes impetuosas
que arrastran todo cuanto tocan,
ciegos en noches sin estrellas,
hijos errantes de un horizonte sin faro.
¡Toma el timón, navegante!
En las aguas no se ahoga
quien permanece fiel a sí mismo.
En la hondura del silencio
despierta la fuerza que domina las olas.
Y cuando la voz silenciosa
se revela como certeza,
se abre ante nosotros el mapa luminoso
que conduce al buen puerto:
la morada interior,
donde la verdadera travesía empieza
y el espíritu se viste de alegria y verdad.